top of page

 

LA CAVERNA DE SANTIMAMIÑE

 

SAN MAMÉS, la ermita

 

         Santimamiñe toma el nombre de la ermita de San Mamés, ubicada en las cercanías de la cueva: Santimamiñe no es otra cosa que la versión vasca del nombre de San Mamés, niño mártir de Cesárea que vivió por los años 251-259 y que ha dado lugar a multitud de milagros. La leyenda de este mártir corrió a cargo de los peregrinos medievales que hacían el camino de Santiago.

         Su devoción empieza en Capadocia –en Nacianzo se levanta un gran templo- sigue por Constantinopla e Italia hasta que llega a Francia. Gran parte de sus reliquias se veneran en Langres.

         Los peregrinos medievales traen su vida y milagros a España. Zaragoza, Murero, Daroca, etc. le levantan templos y altares. El obispado de Osma erige en su memoria hasta ocho parroquias. En Galicia, entre ermitas y altares, existen más de cien lugares vinculados a San Mamés.

         Es un culto que se prolonga. En 1659, por la bula de Inocencio XII, le fue entregada la reliquia con la cabeza del niño mártir a D. Juan de Tesada y Guardia, Inquisidor del Reino de Aragón, quien la regaló a la iglesia zaragozana de Santa María Magdalena. El culto pasa con nuestros conquistadores y soldados a Méjico, concretamente a Jalisco.

         En Vizcaya, en la Edad Media yya se conoce el culto a San Mamés en ermitas situadas en Cortézubi, Yurreta, Zamudio, Erandio y Bilbao. Esta última fue cedida  a la Orden Franciscana en 1447, manteniéndose hasta la desamortización, quedando entonces sin culto, hasta que ,renacido, se instala allí la Santa y Real Casa de Misericordia.

         San Mamés en Cortézubi se hace Santimamiñe. Y resulta aleccionador que en zona tan dada a supersticiones y mitos venga a poner la evidencia de cultos y de culturas. San Mamés o Santimamiñe pasa a convertirse en abogado contra los malos sueños. Los aldeanos de la zona, antes de acostarse, lo invocan y durante los siglos cuidan con cariño la ermita erigida a 110 metros de altura, entre los barrios de Atxondo y Basondo, cerca del caserío Lezika..

         Una puerta con dibujos de labra popular denuncia en la ermita una interpretación rural del románico, sobre el que se instala el estilo flamenco a través de la imagen-“Aritzako Ama Birgiñe”, como la denominan los naturales- de gran valor y hermosura, que todavía hoy se venera, caracterizada por un tocado flamenco al que determinados historiadores han emparentado con los del retablo de Juan García Cristaels, en Lequeitio.

         (Fernando de Ybarra- Prólogo de la primera edición “La caverna de Santimamiñe).

 

Historia de la cueva

 

         Santimamiñe es un descubrimiento del azar. Unos muchachos, entre los que se encontraba José F. Bengoechea, descubrieron entre juegos, en 1916, las pinturas de la sala principal de la cueva. El descubrimiento hubiera quedado olvidado si uno de los autores no hubiera hecho llegar a oídos de un Catedrático del Instituto en el que estudiaba, esta noticia. La nueva llegó hasta el compositor D.Jesús Guridi y de él pasó hasta la Diputación que se hizo cargo de la cueva.

         El descubrimiento interesó mucho al Abate H. Breuil quien trabajaba por entonces en el estudio del arte parietal prehistórico y sobre el que había publicado estudios de importancia, ya en 1912. Se interesó tanto por Santimamiñe que acudió personalmente ya en 1916. Después de la visita del Abate Breuil, la que tuvo más consecuencias fue la del Dr. Enrique Eguren, entonces Catedrático de la Universidad de Oviedo que descubrió el yacimiento prehistórico.

         Los primeros estudios acerca de la cueva y sus pinturas se iniciaron con la obra de D. Fernando de la Quadra Salcedo y D. A. Alcalá-Galiano, en el “Boletín de la Comisión de Monumentos de Vizcaya” en 1918. Estos estudios acerca de las pinturas corrían el riesgo de ser incompletos y por ello se decidió la excavación del yacimiento arqueológico. La labor fue encomendada a los tres hombres que entonces que entonces llevaban de una forma más científica y metódica, la investigación de la Prehistoria del País Vasco: D. Telesforo de Aranzadi, Catedrático entonces de la Universidad de Barcelona; D. José Miguel de Barandiarán, joven sacerdote y profesor del Seminario de Vitoria y D. Enrique de Eguren, Catedrático de la Universidad de Oviedo. Los trabajos se iniciaron en 1918 y se prolongaron hasta 1926 sin interrupción. Luego volvería Barandiarán en 1953 cuando pudo regresar a España de la que saliera en los primeros meses de la guerra civil.

         Pero la exploración de la cueva no se había concluido. Gracias a los miembros del Centro Excursionista Vizcaíno y entre ellos D. Roberto Moro, en 1953, se descubrieron nuevas pinturas fuera de la sala antigua, en una nueva sala o galería. Este nuevo descubrimiento se repitió en 1954 por obra de D. Francisco Mateo y D. Francisco Morales en el mismo lugar. Todavía en 1962, el guía de la cueva D. David Bengoechea completó el nuevo grupo con otra figura.

         El yacimiento arqueológico de Santimamiñe ha proporcionado todos los niveles arqueológicos que van desde el aurignaciense antiguo hasta el Bajo Imperio. La mayor parte del yacimiento fue excavada de modo que en la actualidad queda un yacimiento marginal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 La vida prehistórica

      

         Lo cierto es que existe vida en Santimamiñe en la etapa más arcaica del Aurignaciense cuyo inicio se fecha en Europa entre los años 25.000 y 30.000 antes de Cristo. Santimamiñe se situa en un lugar estratégico: en proximidad al collado de Lezika y a la ría de Urdaibai. La economía destructiva de este momento permite abastecerse de venado o ciervo cuya proporción es superior según el yacimiento de la cueva a la del caballo, el corzo, el jabalí y el oso. Probablemente el caballo se abatió por medio de grandes batidas por las que se obligaba a las manadas a internarse por una encañadura donde trampas disimuladas con ramajes recibían el animal asustado y huidizo al que se remataba con golpes de maza. Incluso es probable que se le alcanzase  por medio de grandes lazos corredizos como parece mostrar el grabado de la cueva de Urtiaga (Itziar). La vega guerniquesa debe estar poblada de grandes bosques en los que puede vivir el ciervo, el jabalí y los animales que forman la base de la vida económica de Santimamiñe. Probablemente esta caza está llevando a los hombres a adoptar las primeras formas de convivencia social por medio de una división del trabajo y un reparto de los despojos y que agrupan a los hombres por encima de los vínculos, seguramente establecidos, de la familia.

         El tiempo no se detiene y los grandes fríos hacen su aparición brusca en la vega guerniquesa. Ante esta invasión climática, la población de Santimamiñe opta por frecuentar menos la boca y utilizar más densamente el interior. Sin embargo el frío no debe ser tan riguroso como el que afecta a la misma vertiente norte del Pirineo dado que los animales de clima frío apenas aparecen representados aquí como en los yacimientos vasco-franceses.

         Los fríos alcanzan su mayor intensidad durante la época magdaleniense y sin embargo tampoco entonces encontramos rastros abundantes de fauna decididamente fría. El reno, el mamut, el rinoceronte lanudo apenas encuentran representación en Santimamiñe así como en otros yacimientos de Bizkaia o Guipúzcoa. Los grandes bóvidos, el toro primitivo y el bisonte ocupan el primer plano de la alimentación juntamente con el caballo. Un nuevo tipo debe ser también conocido, no sabemos en qué proporción ni forma: el oso pardo. De él nos han dejado los artistas religiosos de Santimamiñe la única representación de todo el arte parietal magdaleniense en la región franco-cantábrica.

         Hacia el 9.000 a.C. el intenso frío del magdaleniense empieza a decrecer sobre todo en el Pirineo y el Cantábrico para dar paso a una nueva forma de vida heredera del Paleolítico: la cultura aziliense. Al compás de un clima benigno los hielos de las altas montañas se funden y los animales de clima frío emigran hacia otras regiones, por lo que es preciso hacer frente a las necesidades de la alimentación buscando más intensamente toda la abundante serie de mariscos que ofrece la ría. El conchero de Santimamiñe empieza a levantarse. En estos estadios parece que lo que después será llamada la raza vasca se ha formado a partir de la Cromagnon y como una evolución local.

         Los arqueólogos de Santimamiñe y especialmente D. José Miguel de Barandiarán, sostuvieron la opinión de que la cueva y su población conocieron de cerca la gran revolución por la que pasa Asia, África y Europa hacia el año 5.000 y que se conoce con el nombre de Neolítico. El Neolítico lleva consigo la transformación de la economía destructiva en economía creadora, la aparición del urbanismo, la cerámica, la domesticación de animales, etc. De esta última nos queda en este período, según Barandiarán, la de la oveja, la primera al parecer en el País vasco.

         Con el Neolítico aparecen los constructores de dólmenes, pero la población de la vega guerniquesa no parece haberse entregado a esta tarea. Los habitantes de Santimamiñe no parecen abandonar la cueva aunque el clima se ha suavizado y se ha hecho incluso seco. Sin embargo la nueva actividad de la vega guerniquesa es la conversión de las cuevas  que ofrecen pequeñas galerías en necrópolis para sus muertos. Es posible que otras cuevas de la vega fueran abandonadas como la de Atxeta que fue convertida en una poderosa necrópolis, porque no parece probable la utilización simultánea. La religión presenta un tipo de creencia que ya había caracterizado al neolítico: la creencia en la inmortalidad. Así nacen los estratos sepulcrales de Atxeta, las cuevas de Sagastigorri, tal vez Ginerradi, Guerradijo y Ereñuko Arizti. Tal vez la seguridad de que los hombres no morían enteramente sino que algo de ellos sobrevivía, obligó a los habitantes de la vega a procurarse lugares de no fácil acceso para los animales a fin de que nadie turbara la feliz esperanza de una vida más plena, más rica y más fecunda.

         Es altamente probable que para estos momentos, si no es durante el tiempo del Neolítico, la lengua vasca estuviera formándose como un vínculo de unión entre aquellos hombres y como vehículo de expresión de sus afanes y de sus concepciones del mundo.

         El pastoreo comunica a estos hombres con los de regiones muy lejanas, y así se demuestra que las gentes de lugares muy próximas a Santimamiñe, como Kobeaga (Ispáster) se enterraron con objetos de adornos traídos seguramente del lejano Aveyron, en Francia.

         El problema de la presencia de los indoeuropeos en Santimamiñe no está absolutamente claro. Clara está por el contrario la de los nuevos señores de la tierra: los romanos. La vega de Gernika vuelve entonces a convertirse en el centro de la vida más activa de todo el País vasco de montaña y mar. En época todavía no absolutamente definida pero que tal vez no remonte el imperio de los Antoninos, aparecen las nuevas formas de vida romanas. Forua y seguramente toda la vega son testimonios definitivos. Los romanos no debieron interesarse por muchas otras cosas más que por las minas y los bosques de los que extraer maderas para sus construcciones y sus escuadras. Santimamiñe constituye el foco de una cultura que se resiste a morir. Los ritos funerarios con ofrendas de luces y alimentos que antes se hacían durante los enterramientos en cuevas, ahora se hacen acompañados de las vajillas compradas o intercambiadas con los romanos, pero no dejan de celebrarse. Así lo muestran Ginerradi y Guerrandijo entre otras. Una nueva religión habrá de hacerlo olvidar y es el Cristianismo.

 

Geografía y Geología de Santimamiñe

 

         La cueva de Santimamiñe se encuentra situada en el monte llamado Ereñusarre (Ereño viejo) cuya cima se eleva casi totalmente exenta en el conjunto montañoso y cuyo aspecto cónico recuerda el del monte del Castillo en Cantabria. El monte se encuentra coronado por la vieja ermita de San Miguel y forma parte de la cadena que, partiendo de las Peñas de Santa Eufemia, en Aulestia, a 15 kilómetros de distancia, va a perderse en el golfo entre Mundaca e Ibarranguelua. Esta cadena está constituida por calizas del complejo Urgoniano y margas pizarrosas orientadas de N:W: a S:E:, con afloramientos de ofita y con buzamiento hacia el S:W: en unos puntos y hacia el N:E: en otros. La montaña es de vertientes rápidas que dan a las hondonadas de Atxondo y Basondo. Se ven cubiertas enteramente por laureles (tal vez de aquí deriva el topónimo) brezos, y encinas, pero despoblada en la actualidad después del incendio del siglo XIX, de toda clase de animales mayores. El valle cerrado de Basondo, sin embargo, está formado en el Albiense Superior y Cenomaniense inferior. Todo el paisaje sufrió al final del Secundario una transformación. A la situación de ocupación por el agua de mar, sucedió una regresión del mismo debida a movimientos epirogénicos y más tarde el movimiento Alpino levantaría Ereñusarre y el resto de su paisaje, dándole una forma que, básicamente, es la que hoy contemplamos si tenemos en cuenta la fuerte erosión que ha redondeado formas y el acarreo que ha rellenado vacíos.

         El valle de Atxondo es uno de los pocos vestigios superficiales que en Vizcaya, se presentan correspondientes al Triásico y que denotan viejas zonas volcánicas.

         El paisaje de Ereñusarre se ve moldeado durante el Cuaternario por la erosión del agua. El agua procedente de lluvias se abre camino entre las fisuras de la roca hasta abrir galerías que, al ser abandonadas más tarde, van a ser habitadas. El agua ha buscado una salida y así nacen los ríos subterráneos como el que pasa por la cueva de Bolunzulo (Oma) y al que vierte todo el valle de Atxondo.

         La cueva de Santimamiñe se abre a 150 metros de altitud sobre el nivel del mar al pie del monte Ereñusarre.

         La cueva tuvo una entrada de 2,70 metros de altura por 2,80 metros de anchura en la base y fue, como la mayor parte de los rellenos, desfigurada por las excavaciones. La boca se abre a 170 gr. (N.M.). Desde la entrada se iniciaba un descenso de 3 metros en dirección N.N.W. que terminaba en una reducida explanada con la que formaba lo que los arqueólogos denominaron el “portal” con 6,25 metros en su totalidad. Detrás se extendía el “fondo del portal”. La cueva gira hacia el W. formando allí el “vestíbulo”. A los 16 metros del “vestíbulo” la dirección del eje principal cambia hacia el el N.W. formando, tras un “pasillo” estrecho una “alcoba” que antes de las excavaciones tuvo 4,30 metros y 1,93 de altura. Se abría después el “salón” en cuya pared meridional se encuentra la pequeña boca que , en lo alto, da acceso al divertículo o sala de pinturas descubiertas en 1916. Hasta la entrada del “salón” llega aproximadamente el yacimiento arqueológico” del que queda un testigo para el futuro. El interior de la cueva está reservado a las pinturas y grabados. La “sala nueva de pinturas” se encuentra todavía más en el interior, a 150 metros aproximadamente. El interior, hasta este momento, no parece contener otras pinturas o grabados y tiene por ello, un valor puramente geológico.

         La sala antigua de pinturas está formada por dos recintos que se conocen por “antecámara” y “cámara” respectivamente; pequeño recinto irregular el primero y salita casi circular de 6 metros de diámetro máximo el segundo.

         La sala nueva de pinturas, así denominada para distinguirla de la anterior, origen de los descubrimientos, es un espacio más amplio pero más irregular y en declive orientada en dirección similar a la de la entrada.

 

(Recopilado de “La caverna de Santimamiñe” cuyo autor es Juan Maria Apellaniz)  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

             La cueva de Santimamiñe se cierra. Su «grave» deterioro ha obligado a los responsables forales a tomar esta decisión, después de analizar los resultados de un estudio que comenzó hace más de un año para determinar su estado de conservación. Las conclusiones han sido rotundas: es un bien «vulnerable y frágil» que está «enfermo». Así las cosas, el viernes ,día 3 de Noviembre de 2006, será el último día en que los visitantes puedan admirar su riqueza histórica y geológica, según anunció ayer la diputada de Cultura, Belén Greaves, en las Juntas Generales.

 

             La medida, que fue calificada por la propia Greaves como «drástica y seria», es la llave para el comienzo del «proyecto de actuación integral» en la gruta. El plan contempla tres líneas de actuación: la conservación de la cavidad y su patrimonio, la investigación sobre su riqueza y la «difusión responsable» de la misma. De momento, el lunes comenzarán las tareas de «apagado» de la cueva.

 

             En primer lugar, los técnicos y arqueólogos «retirarán» los elementos que ayudan a los visitantes en su recorrido (barandillas, pasarelas...) y la iluminación de la misma, de modo que quien entre en el conjunto «tendrá que llevar sus propios puntos de luz», explicó la diputada. Luego, se procederá a la «limpieza» del espacio y a su restauración.

 

                                                                Paseo virtual

 

           Las visitas y la mala instalación del alumbrado han hecho que se acumulen restos de polvo, esporas y colonias vegetales en las paredes de la cueva que hacen peligrar las pinturas rupestres. Todo ello tendrá un coste aproximado de 315.000 euros. Sin embargo, el proyecto integral va más allá.

 

               Al mismo tiempo que continúan las excavaciones del vestíbulo de la cueva, se mejorarán los accesos a esta zona desde el aparcamiento. La razón es que a finales de 2007 la gruta podrá recibir visitas de nuevo. Aunque esta vez se quedarán en la entrada. Desde allí realizarán un paseo «virtual» por todas las cámaras con pinturas paleolíticas, incluido el santuario, que no recibe visitas desde 1997 por orden foral.

 

bottom of page