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YACIMIENTO ROMANO DE FORUA


            La localidad de Forua posee el yacimiento romano más grande de Bizkaia (60.000 metros cuadrados) y el mejor conservado de toda la cornisa Cantábrica que se puede contemplar en su totalidad.

             Las excavaciones arqueológicas comenzaron hace 22 años y todavía hoy continúan. Cada día diez arqueólogos, azada en mano, van limpiando el terreno, sacando a la luz las piedras, vestigio de una civilización anterior.

              El yacimiento estuvo ocupado entre los siglos I y V después de Cristo y hasta la fecha, se han localizado hasta nueve estructuras romanas diferentes que denotan diferentes fases dentro del período romano.

Forua, puerto comercial de Roma

           Las excavaciones revelan que el asentamiento vizcaíno fue uno de los más importantes fundados por el Imperio en la costa vasca para garantizar la comunicación marítima.

           En la colina de Elejalde, a orillas de la ría de Urdaibai y en lo que hoy es Forua, había en el siglo I un puerto y un poblado romanos. Lo que el Imperio denominaba un ’forum’, «un asentamiento dedicado al intercambio comercial que servía para ordenar al elemento indígena», explica Mikel Unzueta, arqueólogo de la Diputación de Vizcaya. Desde el lugar, se veía el castro de Kosnoaga, situado en lo alto de otra colina. «Dejó de estar habitado cuando se fundó el enclave romano», indica Ana Martínez Salcedo, la arqueóloga que descubrió el yacimiento de Forua hace ya veintitrés años.

           Las excavaciones han desenterrado cerca de Gernika el yacimiento romano más importante de Vizcaya y el mejor conservado de todo el Cantábrico oriental. El poblado estuvo ocupado entre los siglos I y V, y sus restos se extienden en la actualidad por unos 60.000 metros cuadrados que cuentan con una protección especial. «Hemos encontrado nueve estructuras; pero sabemos, gracias a sondeos, que hay al menos otras tantas en las fincas próximas», dice Unzueta, al tiempo que señala los muros que rodean los 10.000 metros cuadrados adquiridos ya por la institución foral y en los que trabajan los investigadores. Del asentamiento original, de unos 120.000 metros cuadrados, sólo ha llegado hasta nuestros días la mitad, debido a las labores agrícolas y a la edificación de la zona. Aún así, Forua es el mejor ejemplo de una serie de enclaves fundados por los romanos en la costa vasca en el siglo I.

          Polibio circunnavega la Península en el siglo II aC y el Imperio emprende la conquista del litoral cantábrico hacia 29 aC. El objetivo es estratégico: controlar la franja costera para garantizar el tráfico marítimo y terrestre entre el mundo mediterráneo y el atlántico, además de ofrecer una salida al mar a los productos de la mitad norte de la Meseta. Las guerras cantábricas duran diez años por la belicosidad de astures y cántabros -las tribus indígenas de lo que es el País Vasco apenas oponen resistencia-, y acaban en 19 aC con la región integrada en el Imperio, desde Oiasso (Irún) hasta Brigantium (La Coruña).

          Los romanos llegan a Forua hacia 41, con Claudio en el poder, y administran el territorio alrededor del nuevo enclave comercial. En la misma época, establecen los puertos de Portuondo (Mundaka-Sukarrieta), Bermeo y Lekeitio para la navegación de cabotaje. Un ’forum’ solía recibir su denominación a partir del nombre del emperador, el grupo indígena o su actividad principal. Así, ’Forum Augustus’ se llamaba así por haber sido creado en época del emperador Augusto; ’Forum Limicorum’ -el actual Xinzo de Limia-, porque hacía referencia a los límicos, la tribu gallega romanizada en ese asentamiento; y ’Forum Lignorum’ sería un enclave de leñadores. «En el caso de Forua, el topónimo actual deriva de la palabra latina ’forum’ (plaza pública, mercado). Tenemos el nombre, pero no conocemos el apellido», dice Martínez Salcedo.

          Las estructuras desenterradas apuntan a un asentamiento que nosigue ningún tipo de planificación urbana y en el que la actividad metalúrgica tiene gran peso. Las ruinas se encuentran en la ladera sur de la colina de Elejalde y corresponden a talleres con hornos para la transformación del hierro y almacenes vinculados a un puerto fluvial que aprovecharía un meandro de la ría hoy inexistente. «El poblado en sí estuvo posiblemente situado en lo alto de la colina, donde se encuentra la iglesia», indica Unzueta. De los edificios que hubo alguna vez en la zona más alta, no queda nada. Los de la zona baja tuvieron diferentes usos entre el siglo I y el V.

 

Ascenso y declive

 Los arqueólogos no pueden saber cuánta gente llegó a vivir en el lugar, pero de lo que están casi seguros es de que, aunque sólo hayan excavado el 20% del poblado, no hay que esperar hallazgos de piezas valiosas en sí, de mosaicos y frescos. «Este yacimiento es extenso; pero pobre. Aquí residen pequeños propietarios que viven del comercio y que no tienen dinero ni para grandes villas ni para objetos de lujo», sentencia el arqueólogo de la Diputación. Este foro, delimitado por una cerca defensiva, ofrece para el comercio productos agropecuarios, mármol de Ereño, hierro, herramientas de hierro, madera y todo aquello necesario para el tráfico marítimo, desde víveres hasta repuestos. Las mercancías son transportadas en embarcaciones de fondo plano hasta Portuondo o Bermeo, donde se traspasan a barcos de carga que navegan por un Cantábrico vigilado por la flota militar imperial.

          El poblamiento de Forua coincide en el tiempo con el despoblamiento del castro de Kosnoaga. Es lo mismo que sucede en otros puntos de la cornisa cantábrica donde la llegada de los romanos conlleva un traslado de la población indígena desde sus poblados en altura, en los que se dedican al pastoreo, a los nuevos asentamientos fundados por los invasores, como San Sebastián y Castro Urdiales. Si los aborígenes son hostiles, así se impide que se subleven; si son aliados, no tiene para ellos sentido vivir en lo alto del monte cuando Roma garantiza la ’pax’ y pueden mudarse al valle.

         «Hay muchos foros que con el tiempo derivan en ciudades; pero éste no es el caso de Forua, ni por población ni por recursos», explica Martínez Salcedo, cuyo equipo ha acabado este año de delimitar la llamada estructura 7. El edificio, de unos 560 metros cuadrados y que parece ser un conjunto de talleres y almacenes ordenados alrededor de un patio, es el más grande de época romana descubierto en el norte peninsular.

El asentamiento de Forua vive su época dorada en el siglo II -acoge entonces una guarnición de la legión en un cuartel cercano al puerto- y entra en decadencia en el siglo IV. La inestabilidad política y social, unida a la caída de actividad en la ruta marítima del Cantábrico, hace que, a partir de ese momento, la población abandone el poblado y se refugie en cuevas próximas como Peña Forua, Aurtenetxe, Goikolau, Santimamiñe El Imperio desaparecerá. Sólo quedarán en Forua los restos de lo que fue -ruinas de edificios, fragmentos de cerámica y de vidrio, monedas, útiles de metal...- y un nombre que ha llegado hasta nosotros.

 Los nuevos descubrimientos ayudan a conocer y comprender una parte de lo que fue el pasado del territorio y los habitantes que lo poblaron. El hallazgo más reciente ha tenido lugar en la iglesia de San Martín, donde en las últimas semanas se han desenterrado cerca de un centenar de tumbas, cuya antigüedad oscila entre 200 y 1.600 años.

En conjunto, estos enterramientos conforman una gran necrópolis secuencial, de mayor a menor antigüedad, que permitirá a los expertos estudiar con precisión los diferentes ritos funerarios y la historia de la iglesia, a lo largo de casi dos milenios.

El sorprendente hallazgo ha tenido lugar con motivo de unas obras de saneamiento proyectadas por el Obispado. Dado que el templo se encuentra en una zona de presunción arqueológica, un grupo de expertos se desplazó al lugar para verificar la marcha de los trabajos. Tan pronto como se levantó el suelo, comenzaron a aparecer los restos.

Los especialistas, dirigidos por Ana Martínez Salcedo y José Luis Ibarra, trabajan todavía en esta intervención arqueológica, que está dando muy buenos resultados. Aunque la excavación todavía está sin concluir, los investigadores ya han constatado que la iglesia alberga una de las secuencias históricas más completas de necrópolis cristianas de Vizcaya. Y es que en diferentes capas están agrupados cerca de 2.000 años de historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El trabajo, que comenzó el pasado mes de noviembre, ha permitido descubrir enterramientos de tres épocas bien diferenciadas. A falta de los resultados de las pruebas de datación con el carbono 14, los restos hallados podrían extenderse hasta el periodo bajo imperial romano del siglo IV, algo que constataría la fuerte implantación de esta cultura en la zona. «Por su proximidad al poblado romano ya esperábamos encontrar restos de esta época», señalaron fuentes de la dirección del Departamento de Cultura de la Diputación.

La excavación ha estado condicionada por la estructura de la iglesia, que en su última reforma quedó configurada como un templo de planta de salón (casi cuadrada). Las investigaciones, sin embargo, han constatado la presencia de elementos constructivos de la época romana y posteriores.

La investigación se ha desarrollado en toda la planta del recinto, aunque se han diferenciado tres espacios a la hora de profundizar en el subsuelo. «Se constata una ocupación muy intensa de este espacio como cementerio. En todos los casos los tumbas están orientadas hacia el este», apunta Martínez.

Los restos más antiguos se han encontrado en la zona más próxima al altar. A casi metro y medio bajo el suelo han aparecido restos de necrópolis desde la época altomedieval hasta una fecha todavía por determinar. También se ha observado la presencia de elementos romanos.

Restos de cerámica

«Las inhumaciones más antiguas son de tres tipos: en fosa, en cajas de piedra y en muretes», añade la arqueóloga. En este punto también se han encontrado restos de cerámica, vidrio y una moneda todavía por datar, aunque los expertos creen, casi con seguridad, que es romana. «No han aparecido elementos de ajuar como podrían ser joyas u otros ornamentos; en general -detalla Ana Martínez Salcedo- lo que ha aparecido son piezas de uso cotidiano, como platos o utensilios para beber».

A la entrada del templo están situadas las necrópolis del siglo XV y principios del XVI. Son enterramientos en fosa simple. Los restos oseos están muy alterados porque la tierra es ácida y ha corroído los huesos.

«De esta fase bajomedieval los datos con los que contábamos eran escasos, por lo que los restos encontrados permitirán reconstruir el proceso histórico del enclave con todos sus momentos constructivos. En otras ocasiones los enterramientos de épocas posteriores han destruido lo que se encontraba debajo pero en este caso no ha sido así», explica Martínez. Por último, en el espacio central del recinto religioso se encuentran las necrópolis de los siglos XVIII y XIX, en las que los cuerpos están enterrados en cajoneras, y que «no se tocarán», ya que están suficientemente documentadas.

 

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